Niños
que vuelan
Por
Dionisio Guerra
El
salón estaba saturado de murmullos. Susurros pequeños, bien chiquititos, aunque,
apoyados en unos y otros, dejaban claro el exceso de energía de la audiencia.
El noventa y cinco por ciento de los presentes eran niños. Niños de todas las
edades con ganas de saltar, corretear; pero que sentaditos esperaban el gran
evento.
Habían
llegado al aula máxima del Instituto Nacional, la tarde del sábado 12 de
octubre de 2019, para apreciar la coreografía DO THOUGHTS THINK THEY ARE LOST /
WE FLY TOGETHER (Los pensamientos piensan que están perdidos / Volamos juntos),
interpretada por los estudiantes del PRISMA LAB, participantes del programa
Enlaces, en el que participan niños desde los 9 hasta los 18 años de las
comunidades de El Chorrillo, Barraza, San Felipe y Santa Ana, quienes aprenden
habilidades sociales a través de las artes escénicas.
Al
empezar la música, los murmullos se detuvieron abruptamente. Los ojos se
abrieron al máximo y las cabezas giraron para encontrarse con la magia.
Entonces, los jóvenes bailarines caminaron entre el público dándole la
bienvenida. La conexión fue establecida y comenzamos a verlos «volar» en el
escenario.
Vestidos
con camisetas rojas, amarillas y azules, los bailarines se sumergieron en un
juego coreografiado que, aunque al principio parecía ser improvisado, fue
encontrando su justificación colectiva en su despliegue técnico.
Vimos
cómo los movimientos nos hablaban de unión, de trabajo en equipo, de
solidaridad, a la vez que estaban describiendo un mundo soñado en el que la
alegría manda, donde se estiran las sonrisas al máximo y la amistad apoya el
crecimiento: ¡volar!
La
presentación cerró con un coro de la canción «Otro trago», de Sech, recitada a capella por los bailarines, dejando en
claro su identidad, la nuestra, y su visión, su orgullo, sus esperanzas.
Prisma
Lab es un ejercicio que se viene realizando cada año en el marco del Festival
Prisma y que aprovecha la presencia de profesionales de la danza para llevar
nuevas perspectivas a estos niños y sus comunidades, construyendo una obra a
partir de su entorno y explorando nuevas capacidades a partir de la danza.
Este
año Prisma contó con David Dorfman y Kellie Ann Lynch, de David Dorfman Dance,
para liderar este ejercicio didáctico. Esta compañía, que tiene más de 30 años
de experiencia, reside en Connecticut College y tiene una residencia de danza
de verano de la Escuela de Artes de Tisch, en NYU, cada año.
Do thoughts think they are lost / We fly
together
fue interpretada por Ángel Adames, Álvaro Barrera, Daniel Batista, Yeheiri
Benítez, Arturo Cornó, Luis Chamorro, Génesis Concepción, Melanie Concepción,
Meybis Concepción, Jimaleidy Edwards, Elías Estrada, Valeria Fonseca, Claudia
Hamilton, Christian Méndez, Luis Mendoza, Josep Petit, Sol Ponce, Jaime Ruiz y
Cristina Vallarino. La música es de Liz de Lise, Klezmerson y Michael Walt.
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El futuro
está del otro lado del muro
Por Alex Mariscal
Desde que tengo uso de razón escucho este estribillo, muy
trillado en la actualidad, de boca de los políticos de mi país: «Los niños son
el futuro de la patria». Pero el accionar político, económico y social de la mayoría
de ellos cuando logra la preciada silla del poder no se orienta según este
enunciado.
La tarde del sábado 12 de octubre, cuando observaba en el
Instituto Nacional la
coreografía de David Dorfman y Kellie Ann Lynch, directores del grupo David Dorfman Dance, llevada a escena
por un grupo de niños y adolescentes
de programas sociales que trabajan a
través de la danza, me pregunté: ¿no sería extraordinario que todos los
niños de la patria tuviesen estas oportunidades? ¿No piensan ustedes lo mismo?
Porque hay niños que no tienen la fortuna de haber salido
de su calle, ni de haber cruzado el muro de su manzana, ni, por diversas razones,
de haber rebasado los límites de su municipio. Mucho menos de haber asistido a
un teatro, o a una clase de arte. Al observar a esta veintena de bailarines orgullosos, alegres, entusiastas, reafirmé la invalorable
función del arte, en este caso de la danza, en la construcción de la
individualidad, la seguridad en sí mismo, el trabajo en equipo. Y esto ha sido
posible gracias a la acertada visión del Festival Internacional de Danza Contemporánea
de Panamá, PRISMA, ya en su octava versión.
«Exploramos alegría e individualidad», indican las notas
de programa. Técnicamente, me comentó el
coreógrafo Dorfman, «comenzamos con los fundamentos de cómo entrar y rodar
sobre el piso y luego trabajamos a partir de movimientos que ellos traen
consigo, de la cultura pop».
Más allá de los aspectos técnicos, el resultado de este
laboratorio es precisamente lograr que estos chicos puedan, en un doble
sentido, cruzar los límites de la realidad y de lo imaginario. También cruzar la
calle, el muro, las fronteras de lo conocido a un mundo donde cada uno puede
apoyarse en el hombro del otro y, en equipo, saltar todas las barreras y echar
a volar la imaginación.
Con fotos de Eduard Serra
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