lunes, 7 de octubre de 2019

La video-danza y su correlato minimalista

Por Salvador Medina Barahona

Cénit y Nadir, de la compañía panameña Marlyn Attie, se presentó este 6 de octubre en sus modalidades de video-danza y danza dentro y fuera de la sala Club de Oficiales del BioMuseo, Amador, durante una nublada y húmeda tarde de domingo. Fue la cuarta actividad gratuita del festival Prisma 2019 y la segunda en desarrollarse en espacios alternativos. Esta actividad culminaría con un breve conversatorio.


Entre las 3:00 y las 5:00, la video-danza fue reproducida en múltiples ocasiones a lo interno del lugar. Su correlato danzario se ofreció tres veces en vivo en la grama lateral derecha del edificio.

Como es de suponer, cada experiencia (la audiovisual y la escenificada) implicó percepciones distintas y puso de manifiesto la diferencia entre el rigor de lo documentado y la fresca organicidad de lo efímero.

Con la aspiración de formar una compañía de danza contemporánea, Marlyn Attie ha colaborado con Ingmar Herrera y otros artistas desde el 2017 para la creación de propuestas investigativas que incluyen un profundo estudio de audio y movimiento. Para la conceptualización y creación de esta pieza de video-danza, contó con la colaboración de Jonathan Harker y Raphael Salazar, entre otros artistas del video.

El resultado fue una espléndida realización en la cual la cámara, como bien lo dijo Marlyn en un punto del conversatorio, es el tercer bailarín. Sin lugar a dudas, una propuesta audiovisual de inobjetable calidad artística en la que se aliaron los conceptos y recursos de la danza, la composición de imágenes y los elementos climáticos de Sarigua, nuestra albina-desierto ubicada en la península de Azuero, a unas cuatro hora de la ciudad de Panamá.

Sobre la pieza, sus realizadores nos dicen, con mucha fidelidad: «Al evocar a Panamá, el imaginario más común es el de paisaje tropical, selva, abundancia, ebullición de verdes y de actividad; muy poco se asociaría a un paisaje árido a escasez o a quietud. Cénit y Nadir parte de una investigación sobre Sarigua y nos transporta al desierto, un espacio donde históricamente, en la literatura, conviven extremos opuestos cuyas temperaturas delirantes sugieren un aura de purificación y redención. Aparente quietud en un espacio inhóspito y vacío que invita a perderse, a salirse de uno mismo y vaciarse poco a poco también… Esta disonancia, junto con la libertad de un paisaje monótono, permite volcarnos en un estado de profundización interior sin restricción, en un estado contemplativo de lo que fuimos, lo que somos y lo que podemos llegar a ser».

Pocas veces se logra traducir con tanta precisión, y sin llegar a ser literales, lo conceptualizado en palabras a un verdadero arte en movimiento.





Luego, en la grama verde, vimos dos cuerpos humanos (el cuerpo fílmico no operaba en el correlato) replantear la sinergia. No estábamos en Sarigua, sino a escasos metros de la entrada del Canal de Panamá, vertiente del Pacífico. La hostilidad del clima, comparada con la que de seguro se trabajó al filmar-danzar, era casi nula; las exigencias del suelo, mínimas. Pero los intérpretes trajeron algo del desierto y lo ofrendaron, con entrega, ante nuestros ojos.


FICHA
País de origen: Panamá
Dirección: Marlyn Attie
Creación: Adrián Morales, Emily Orillar, Marlyn Attie
Interpretado por: Adrián Morales, Emily Orillac
Música Original: Ingmar Herrera
Video: Jonathan Harcker, Rafael Salazar
Lugar: BioMuseo
Día: domingo 6 de octubre de 2019


Fotos de Eduard Serra

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