Por Alex Mariscal
Pinot Noir, del grupo LajaMartin de Estados Unidos, coreografiada e interpretada por Martín Durov y Laja Field,
presentada el 9 de octubre en el Teatro Anita Villalaz en el marco del festival
Prisma, transcurre en secuencias coreográficas que varían una y otra vez,
pasando de códigos que se funden a partir de un espacio cotidiano muy teatral
hacia otra dimensión más lúdica y abstracta.
En un impulso de los intérpretes se activa todo un
mecanismo escenotécnico, y estos se trasportan mágicamente desde el sofá de la
casa donde miran la televisión hasta aquella dimensión temporal y espacial del
futuro. Con la variación de las secuencias se intensifica el ritmo, colores, estilo
y el lugar de origen de la música.
Transportados en una banda sonora y en el baile, nos
llevan por las danzas gitanas, la tradición de banda húngara Parno Grazt, el
tango y los ritmos urbanos.
Primero, los personajes muestran sus conflictos de pareja
y, en esa segunda dimensión de su mundo, se fascinan por mostrar estos mismos
conflictos del encuentro y el desencuentro.
Es un viaje a través del movimiento que, con cada nueva música en la que bulle lo latino, y con la intensificación de la temperatura de la luz, crea una coreografía estilizada que pese a su abstracción no niega el erotismo.
¿Qué quieren mostrarnos Durov y Laja con este juego de
pareja que trascurre de un espacio del pasado a uno diferente en cada
transición? ¿Será una forma de visionar
lo autobiográfico?
Hay que tener en cuenta que Laja Field y Martin Durov, cofundadores de LAJAMARTIN, son
una norteamericana y un esloveno vienen trabajando juntos desde
hace años; primero con Johannes Wieland en Alemania; luego, en 2015, fundaron VIM
VIGOR in NYC, y, desde el 2017, han
estado cuerpo a cuerpo en la actual
compañía.
A partir de sí mismos crean personajes, alter egos que viajan por la vida con sus dos culturas, con todas sus cargas y peripecias,
comenzando en el umbral de lo cotidiano rumbo a lo que sería el sueño de todo
artista del movimiento: crear la ficción de un baile perfecto y continuo que
trascienda todos los espacios temporales.