viernes, 11 de octubre de 2019

Me escapo hacia la danza

Por Alex Mariscal


Pinot Noir, del grupo LajaMartin de Estados Unidos, coreografiada  e interpretada por Martín Durov y Laja Field, presentada el 9 de octubre en el Teatro Anita Villalaz en el marco del festival Prisma, transcurre en secuencias coreográficas que varían una y otra vez, pasando de códigos que se funden a partir de un espacio cotidiano muy teatral hacia otra dimensión más lúdica y abstracta.

En un impulso de los intérpretes se activa todo un mecanismo escenotécnico, y estos se trasportan mágicamente desde el sofá de la casa donde miran la televisión hasta aquella dimensión temporal y espacial del futuro. Con la variación de las secuencias se intensifica el ritmo, colores, estilo y el lugar de origen de la música.



Transportados en una banda sonora y en el baile, nos llevan por las danzas gitanas, la tradición de banda húngara Parno Grazt, el tango y los ritmos urbanos.

Primero, los personajes muestran sus conflictos de pareja y, en esa segunda dimensión de su mundo, se fascinan por mostrar estos mismos conflictos del encuentro y el desencuentro.

Es un viaje a través del movimiento que, con cada nueva música en la que bulle lo latino, y con la intensificación de la temperatura de la luz, crea una coreografía estilizada que pese a su abstracción no niega el erotismo. 

¿Qué quieren mostrarnos Durov y Laja con este juego de pareja que trascurre de un espacio del pasado a uno diferente en cada transición? ¿Será una forma de visionar  lo autobiográfico? 


Hay que tener en cuenta que Laja Field y  Martin Durov, cofundadores de LAJAMARTIN, son una norteamericana y un esloveno vienen trabajando juntos desde hace años; primero con Johannes Wieland en Alemania; luego, en 2015, fundaron VIM VIGOR in NYC,  y, desde el 2017, han estado cuerpo a cuerpo en  la actual compañía.

A partir de sí mismos crean personajes, alter egos que viajan por la vida con sus dos culturas, con todas sus cargas y peripecias, comenzando en el umbral de lo cotidiano rumbo a lo que sería el sueño de todo artista del movimiento: crear la ficción de un baile perfecto y continuo que trascienda todos los espacios temporales.

 Con fotos de Eduard Serra
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