jueves, 10 de octubre de 2019

MiraMiró:

deconstruyendo mitos, construyendo fantasías



Por María Pérez Talavera

Existe el mito de que Miró pintaba directamente sobre el canvas, como un niño. Rosa María Malet, quien fuera directora de la Fundación Joan Miró de Barcelona, y Carolyn Lanchner, curadora del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York y responsable de una exhibición del artista catalán (1993-1994), se han dedicado a desmentir esta creencia: en Barcelona, a través de la exhibición de múltiples cuadernos de la colección de la Fundación Miró que contienen anotaciones de sus ideas e imágenes antes de ser plasmadas en el lienzo; y en Nueva York, donde la exhibición de estos cuadernos demostraba la inclinación de Miró a crear series, una multitud de representaciones gráficas organizadas, debidamente agrupadas y relacionadas entre sí.

MiraMiró es un espectáculo basado en el universo creativo de Miró, que combina la danza y la animación de video y que, al igual que el testimonio artístico al que le rinde tributo, demuestra un nivel calculado de técnica y planificación detrás de la aparente inocencia de un show infantil.

La compañía española Baal Danza está conformada por Catalina Carrasco, bailarina, coreógrafa y performer con interés en la investigación del movimiento y la transformación corporal; y Gaspar Morey, performer, técnico y científico, especialista en biomecánica, estudioso del movimiento humano. Ambos, junto a la bailarina Aina Pascual, forman parte de la trinidad de MiraMiró.


MiraMiró adopta símbolos predominantes de la obra del artista que ayudan a hilar la historia de un viaje al cosmos: los insectos, las figuras geométricas, las estrellas. Lo más interesante es cómo la representación está apoyada enteramente en la animación de video de Adri Bonsai (ganadora del Goya al mejor cortometraje animado 2018), creando un juego de sincronización con la coreografía de Carrasco, quien hace una narrativa corporal de las formas, el movimiento e incluso el color. En su búsqueda de lo esencial, la intérprete y coreógrafa trabaja la transformación corporal como magia: una oruga en su desplazamiento arrugado, una araña en malabares, una mole que crece; lo cual va en línea con su planteamiento y, al mismo tiempo, construye la fantasía del espectáculo infantil.



El escenario simula un canvas en blanco donde la videoanimación apoya a una coreografía geométrica y expresiva, musicalizada por la banda sonora de Kiko Barrenengoa. El espectáculo se vuelve entonces un mapa cartográfico que va registrando en tiempo real —como un GPS— los movimientos de rojo (Carrasco), amarillo (Morey) y negro (Pascual) sobre el lienzo; deconstruyendo piezas gráficas de Miró; marcando trazos rítmicos; proyectando sombras en ángulos asombrosos que nada tienen que ver con una manifestación espontánea, sino más bien con un estudio meticuloso del movimiento corporal —humano, animal, insectil— de la anatomía, de las formas, del color, de la iluminación y de la sincronía.



Si pudiera calificar este espectáculo, empatía sería la palabra atinada: empatía de la compañía Baal con la obra de Miró como referente; empatía corporal en las representaciones coreográficas de seres vivos, elementos abstractos y fantásticos; empatía de los artistas hacia la audiencia en todo momento, especialmente en una escena de cierre que los hace partícipes; empatía del International School of Panama, cuyo teatro recibió el 8 y 9 de octubre de 2019 a cientos de niños de primaria de escuelas hermanas; empatía de la danza con el universo mágico de la imaginación infantil, que no tiene límites.  Quizás la empatía haya sido lo único espontáneo del show.
Con fotos de Eduard Serra
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